miércoles, 20 de agosto de 2008

LA TOMA DEL PALACIO DE JUSTICIA LA HIZO EL M – 19, LA MASACRE LAS FUERZAS MILITARES


Por Nelson Lombana Silva

Solo veintidós años después, de la trágica toma del palacio de justicia por un comando guerrillero del M -19, comienza la verdad a salir a flote y a socializarse las 27 horas de horror y terror que estremecieron a Colombia y que hasta entonces se mantuvo en reserva por un pacto de silencio en las alturas del poder de la burguesía abrazada en los dos partidos tradicionales, con la complicidad pusilánime de los medios masivos de comunicación y el interés marcado de los Estados Unidos.

La pluma mágica y de acero del famoso escritor, Germán Castro Caycedo, rompe el crudo y tétrico frío de la impunidad y el silencio cómplice con su maravillosa obra intitulada: "El palacio sin máscara", de la editorial Planeta S.A. cuya primera edición vio la luz pública en abril de 2008. Es decir, es una obra que todavía huele a tinta, a imprenta, está "calientica".

En su estilo literario magistral de dejar hablar con entera libertad y suma responsabilidad al personaje, Germán Castro Caycedo, devela una parte oculta del holocausto del palacio de justicia, el seis y siete de noviembre de 1985.

Fue un hecho en el que el grupo guerrillero M – 19 hace la toma y la horrenda masacre el militarismo recalcitrante. Los centenares de rehenes, entre ellos, magistrados, funcionarios, jóvenes y gentes sencillas que accidentalmente fueron sorprendidas, fueron asesinadas, desaparecidas y torturadas por las fuerzas represivas del Estado, como ha sido su costumbre, puesto que ésta no está para la defensa de la patria y del pueblo como reza la constitución, sino simplemente para la defensa de los intereses económicos de los poderosos y de las transnacionales estadounidenses, principalmente. Por algo diría Jorge Eliécer Gaitán, en su momento y refiriéndose a la masacre de las bananeras del 6 de diciembre de 1928: "El gobierno nacional tiene la metralla homicida para los colombianos y una temblorosa radilla en tierra ante el oro americano".

Esta obra de arte, de cruda y directa denuncia, es una investigación meticulosa que hace el escritor y que el pueblo colombiano debe leer con detenimiento y análisis crítico, en aras de crear conciencia del tipo de clase dirigente que durante tantos años han manejado el país, unas veces con el rótulo azul y en otras con el rojo, pero siempre en la dinámica de la defensa plutocrática de unas cuantas familias privilegiadas, que con tal de preservar sus privilegios, no dudan en asesinar medio país sin contraer un solo músculo de su rostro.

Es quizás la historia de los vencidos, tergiversada, ignorada y manoseada, que Germán Castro Caycedo rescata con profesionalidad, responsabilidad histórica, en forma valiente, digna de admirar, pues no hay cosa más peligrosa en Colombia y concretamente en el gobierno de la "seguridad democrática" de Uribe Vélez que decir la verdad.

Varias conclusiones salen a flote. Por ejemplo, el golpe de Estado que los militares dieron, inmovilizando al presidente Belisario Betancur en su propia silla presidencial. Dice la comisión de la verdad: "Se vio un vacío de poder porque el presidente simplemente fue espectador en el desarrollo de los acontecimientos". [1] Bernardo Ramírez, Ex ministro de Estado, señala: "En la desgracia del Palacio de justicia, en su desarrollo, hubo un golpe de Estado de los militares". Agrega: "Pero los militares como estaban sedientos de venganza, y esos mandos militares de esa época eran siniestros, les chorreaba sangre de las manos, fueron a lo que querían. A ellos nos les importaba que fueran magistrados, o que fueran mujeres, lo que querían era vengarse de todas las humillaciones que habían sufrido, de pronto por su propia incompetencia". [2]

El testimonio de Elvira Sánchez – Blake, profesora universitaria y periodista de palacio, es bastante revelador: "Fui de las pocas personas que conocieron de primera mano el secuestro de que fueron objeto el presidente Belisario Betancur y sus ministros por parte de los militares, y la forma ilegítima de poder que asumieron por la fuerza". [3]

Lo que un mayor de la casa militar le contesta es verdaderamente tétrico, cuenta: "El presidente no puede hacer nada. Ya no es presidente. El que está a cargo de la situación es mi general, y sus órdenes son éstas: Aniquilar a los terroristas".

Las dudas son muchas sobre el luctuoso acontecimiento. Por ejemplo, ¿Por qué el día anterior de la toma, se retira la seguridad del palacio de justicia? ¿Quién o quienes dieron la orden? Máxime cuando se tenía serios rumores que esto sucedería. Figura el memorando militar 2789 CG2 ItN – 252, que dice: "El M – 19 planea tomarse el edificio de la corte suprema de justicia el día 17 de octubre, cuando los 24 magistrados estén reunidos, tomándolos como rehenes al estilo Embajada República Dominicana". [4]

El ministro de defensa, general Vega Uribe, miente en el congreso, cuando afirma que la orden de retirar la seguridad del palacio vino directamente del presidente de la corte suprema de justicia doctor Alfonso Reyes Echandía. ¿Quién puede creer semejante disparate del general?

Nunca los militares tuvieron en sus cálculos rescatar a los rehenes, como en cambio sí lo pensó y deseó el presidente de la república, pero donde mandaba general no mandaba presidente. Dice en su informe la fiscalía general de la nación: "Es clarísimo que pese a saber qué tipo de acción planeaba el M – 19, el plan del ejército no contempla ni la presencia de rehenes ni el respeto por sus vidas…la operación en ningún momento fue de rescate sino de aniquilamiento". [5]

Por su parte, la comisión de la verdad expone: "Lo cierto es que la gran mayoría de los cuerpos se encontraron desmembrados, mutilados, calcinados y por lo menos tres de los magistrados, los doctores Alfonso Reyes Echandía, Ricardo Medina Moyano y José Eduardo Gnecco Correa, mostraron en sus restos mortales proyectiles de armas que no usó la guerrilla". [6]

El relato que hace María Mercedes Ayala, es que al penetrar el ejército, asesinaron a varios guerrilleros sin estar armados, es decir, estando vencidos. [7] Julio Roberto Cepeda, redactor de la revista legis, otra víctima del palacio, habla de los comentarios que hacían los militares: "Hay que matar a todos esos hijueputas, no debe quedar ninguno vivo"[8] (¿Desde cuándo acá la constitución aprueba la pena de muerte?)

No importaba la vida de los rehenes. La meta era aniquilar a todo el que se presentara en frente, fuera quien fuera. La orden del general Samudio, entonces comandante del ejército era inexorable: "Por favor, apurar, apurar a consolidar el objetivo y acabar con todo"[9]

Consumado la catástrofe, la masacre, los militares acudieron a todos los artilugios posibles para esconder el crimen, eliminar las pruebas y hacer que el holocausto pasara en su totalidad al frío sótano de la impunidad. Movieron los cadáveres, bañaron algunos, barrieron, muchos cuerpos fueron sepultados en fosas comunes como NN, otros fueron víctimas de ácido sulfúrico para desintegrar sus cuerpos, desaparecieron personas, amenazaron, etc.

Dice la comisión de la verdad: "Consumado la catástrofe, los militares no sólo impidieron que se cumpliera con las más elementales reglas de investigación criminal sino que se incineraron algunos cadáveres, otros fueron cuidadosamente lavados, se le despojó de sus prendas". [10]

Según esta comisión, "140 personas salieron con vida del palacio y fueron conducidas a la Casa del Florero, pero fueron muertos 95, incluyendo 13 desaparecidos"[11]

El voraz incendio que envolvió al palacio fue obra de los militares, no de la guerrilla. "Vinieron una cantidad de cañonazos y fue cuando se prendió parte del palacio", expresa la periodista Julia Navarrete. [12]

Julio César Uribe, Consejero de Estado, manifiesta: "vi. cuando algo fue lanzado del costado oriental y tuve la impresión de que de la parte baja, esto es, del primer piso, pegó en el techo de madera que daba sobre el pasillo del palacio produciéndose un incendio tan rápido e impresionante". [13]

Los testimonios de los sobrevivientes que lograron salir son impresionantes, por la forma criminal como fueron torturados por los "señores" militares que supuestamente estaban defendiendo la "democracia". José Vicente Rubiano Galvis, humilde obrero de obras públicas, que accidentalmente pasaba por las calles aledañas al palacio fue puesto preso y acusado de llevarles armas a la guerrilla, siendo sometidos a los más inhumanos vejámenes, entre otros colocarle electricidad en los testículos, golpearle el rostro, etc.

La misma suerte corrieron los estudiantes de la universidad externado de Colombia, Yolanda Santodomingo Albericci y Eduardo Matson, que era sobrino del entonces gobernador del departamento de Bolívar y su padre magistrado del tribunal de Cartagena. Nada de eso valió para los enceguecidos militares, sus torturas brutales no se hicieron esperar.

Pero hay algo más monstruoso. La señora Ruth Mariela Zuluaga de Correa, secretaria del magistrado Carlos Medellín, fue sacada de palacio con quemaduras, llevada al hospital Simón Bolívar donde fue atendida por el médico Cristóbal Sastoque Melani, jefe del pabellón de quemados; de allí fue sacada por el ejército, contra la voluntad del médico, llevada a la escuela de caballería donde fue torturada y finalmente asesinada.

Muchas personas salieron con vida, fueron asesinadas y regresadas al palacio para simular, caso del doctor Carlos Horacio Urán, magistrado auxiliar del consejo de Estado. Es más, sabiendo los militares su identidad, fue reportado como NN.

Son apenas, algunas, algunas perlas de este singular y conmovedor relato periodístico que nos presenta el consumado escritor, Germán Castro Caycedo, que hay que leer con criterio crítico, pensando en el drama violento que vive el país con el mismo terrorismo de Estado, quizás más violento, con la tenebrosa "seguridad democrática" y la necesidad de la unidad del pueblo por la base alrededor del Polo Democrático Alternativo y el partido comunista colombiano, porque de nada sirve saber, pero seguir apoyando la burguesía, el modelo neoliberal, los verdaderos responsables de esta hecatombe con nuestra indiferencia, nuestra desunión y nuestra desorganización. El mejor mensaje del libro "El Palacio sin máscara" es indudablemente la unidad y la acción de masas.

Ibagué, agosto 20 de 2008





[1] CASTRO CAYCEDO, Germán. El Palacio sin máscara. Editorial Planeta Colombiana, S.A. 1ª edición abril 2008. página consultada 236.
[2] Ibíd. Página consultada 239
[3] Ibíd. Página consultada 243
[4] Ibíd. Página consultada 23
[5] Ibíd. Página consultada 25
[6] Ibíd. Página consultada 40
[7] Ibíd. Página consultada 55
[8] Ibíd. Página consultada 58
[9] Ibíd. Página consultada 70
[10] Ibíd. Página consultada 71
[11] Ibíd. Página consultada 71
[12] Ibíd. Página consultada 87
[13] Ibíd. Página consultada 88



3 comentarios:

Unknown dijo...

esto es una mentira. edúquese. los militares fueron y son los héroes de nuestro país.

Unknown dijo...

esto es una mentira. edúquese. los militares fueron y son los héroes de nuestro país.

Elizabeth dijo...

Querido Campos. Un héroe no mata.